Vivo en el número siete, calle Melancolía. Quiero
mudarme hace años al barrio de la alegría. Pero siempre que lo intento ha
salido ya el tranvía y en la escalera me siento a silbar mi melodía. – Joaquín Sabina
La melancolía es la felicidad de estar triste.
Victor Hugo
La melancolía muchas veces es mi compañera, tal vez ha sido mi
eterna dama de compañía. Es para mi una
emoción o un estado de ánimo que me remite a mirar un poco dentro de mi, y a
reflexionar mucho, sobre todo lo que las situaciones a mi alrededor provocan en
mí.
Me gusta porque no llega necesariamente a convertirse en
tristeza, es como estar en un límite muy sutil, pero no terminas por llegar, te
mantiene justo en un punto en donde todavía puedes sentirte fuerte, y de alguna
manera claro, y sobre todo puedes estar en contacto directo con toda tu
fragilidad.
Me ponen melancólica muchas cosas, antes intentaba entender por
qué y trataba de sobreponerme como si fuese una rara enfermedad, desde hace
tiempo ya no lo hago, me doy mis tiempos y la abrazo, y también la disfruto porque
es además una gran parte de mi, la más sensible, la que tal vez me abre los
ojos a la realidad.
Mi trabajo me ayuda a ser melancólica, el escuchar
historias, dolores, alegrías, tristezas, de alguna manera me disponen mas a la
naturaleza del ser humano y de pronto me encuentro derramando una lágrima por
alguien que tal vez ni siquiera piensa en mí, o tal vez ya ni me recuerde, pero
su historia, ha dejado en mi una huella que ha levantado mi espíritu, porque lo
hace más sensible, más humano, más libre.
No se qué pasará con mi melancolía con el paso del tiempo,
el cansancio de la vida me tiene a veces muy fatigada, pero intento no estar
triste, y me refugio en mi amada melancolía.
Ayer estaba sumamente fatigada, como hace rato no me sentía,
al grado que no pude escribir el post diario, que llevo ya en una hermosa
disciplina de 55 días ininterrumpidos, pero ayer tuve 6 pacientes, estuve de 3
a 9.30 en el consultorio, y cada historia ha sido muy particular, grande para
mí, eternas para el mundo, y sublimes para la realidad. Y esto agota, cansa, aunque para mi es
apasionante. Y lo mejor de todo las palabras de un peque quien me conmueve
enormemente por su sensibilidad, y me dijo: “Te agradezco en serio porque me
has ayudado mucho” – En verdad te he ayudado? – “¿No crees en la grandeza de tu
trabajo?, claro que me has ayudado mucho mas que nadie”. Y con eso empecé la
tarde y fue la batería suficiente para terminar el día.
Ya tenía la mala noche de la enfermedad de Sofía que tuvo un
malestar estomacal, correr para llevarla con la doctora, cancelar algunas citas
para quedarme con ella y apapacharla, acompañarla y quedarme a su lado. He
dormido como hace mucho no lo hacía, agotada pero feliz, y hoy me levante no se
si descansada o agotada ahora de tanto descansar, pero con mucha serenidad, y
aquí estoy de nuevo frente a las teclas intentando plasmar en palabras
cualquier cosa que pudiera estar pasando por mi cabeza y sobre todo en mi
corazón.
Las crisis con respecto al instituto, al trabajo siguen ahí,
mucho más claras, pero ahí están, intento no darme por vencida y continuar
hasta que mi espíritu me lo permita, acompañada por la melancolía que me da
para mucho más, aunque no se, si a veces la alegría es suficiente tentación
para abandonarla…
Hoy la melancolía me inspira, estoy diseñando unos talleres
de filosofía para niños y dando los últimos retoques a mi modelo Ágora, para
retomarlo en Agosto nuevamente. Tengo en
planes un Diplomado de Filosofía en el Instituto, pero quiero modificarlo para
hacerlo más interesante. Asi que hoy mis
letras estarán un poco limitadas, por que el trabajo me llama y no puedo
dejarlo esperar.
El Instituto recobra vida y eso me dice algo, justo cuando
estuve a punto de tomar una decisión drástica con respecto a él, creo que más
bien, tengo que empezar de nuevo pero con una mirada y una postura muy
diferente, pero con el mismo corazón, con la filosofía que hasta ahora la
sostiene y que como bien dicen todos, SOY YO, es curioso cuando las personas me
dicen: “El instituto eres tu Mariluz”, eso me deja pensando mucho.
Les comparto esta hermosísima canción de Joaquín Sabina
acompañado de Serrat, me fascina esta versión en donde habla justamente de mi
querida melancolía; y es que justo así me siento, intentando mudarme al barrio
de la alegría, pero la melancolía es lo mío, con pequeños paseos al barrio de
la alegría, y me sienta bien, me sienta muy, muy bien… y el clima hoy me regala
un día nublado, en donde puedo observar desde mi ventana tal vez todo lo que
siento y que en palabras nunca podrán alcanzarme, pero el paisaje, mi paisaje
lo dice todo, ya mañana seguro, seguro que saldrá el sol…
Hasta Mañana…
CALLE MELANCOLÍA
Como quien viaja a lomos de una yegua sombría,
por la ciudad camino, no preguntéis adónde.
Busco acaso un encuentro que me ilumine el día,
y no hallo más que puertas que niegan lo que esconden.
Las chimeneas vierten su vómito de humo
a un cielo cada vez más lejano y más alto.
Por las paredes ocres se desparrama el zumo
de una fruta de sangre crecida en el asfalto.
Ya el campo estará verde, debe ser Primavera,
cruza por mi mirada un tren interminable,
el barrio donde habito no es ninguna pradera,
desolado paisaje de antenas y de cables.
Vivo en el númeor siete, calle Melancolía.
Quiero mudarme hace años al barrio de la alegría.
Pero siempre que lo intento ha salido ya el tranvía
y en la escalera me siento a silbar mi melodía.
Como quien viaja a bordo de un barco enloquecido,
que viene de la noche y va a ninguna parte,
así mis pies descienden la cuesta del olvido,
fatigados de tanto andar sin encontrarte.
Luego, de vuelta a casa, enciendo un cigarrillo,
ordeno mis papeles, resuelvo un crucigrama;
me enfado con las sombras que pueblan los pasillos
y me abrazo a la ausencia que dejas en mi cama.
Trepo por tu recuerdo como una enredadera
que no encuentra ventanas donde agarrarse, soy
esa absurda epidemia que sufren las aceras,
si quieres encontrarme, ya sabes dónde estoy.
Vivo en el númeor siete, calle Melancolía.
Quiero mudarme hace años al barrio de la alegría.
Pero siempre que lo intento ha salido ya el tranvía
y en la escalera me siento a silbar mi melodía
por la ciudad camino, no preguntéis adónde.
Busco acaso un encuentro que me ilumine el día,
y no hallo más que puertas que niegan lo que esconden.
Las chimeneas vierten su vómito de humo
a un cielo cada vez más lejano y más alto.
Por las paredes ocres se desparrama el zumo
de una fruta de sangre crecida en el asfalto.
Ya el campo estará verde, debe ser Primavera,
cruza por mi mirada un tren interminable,
el barrio donde habito no es ninguna pradera,
desolado paisaje de antenas y de cables.
Vivo en el númeor siete, calle Melancolía.
Quiero mudarme hace años al barrio de la alegría.
Pero siempre que lo intento ha salido ya el tranvía
y en la escalera me siento a silbar mi melodía.
Como quien viaja a bordo de un barco enloquecido,
que viene de la noche y va a ninguna parte,
así mis pies descienden la cuesta del olvido,
fatigados de tanto andar sin encontrarte.
Luego, de vuelta a casa, enciendo un cigarrillo,
ordeno mis papeles, resuelvo un crucigrama;
me enfado con las sombras que pueblan los pasillos
y me abrazo a la ausencia que dejas en mi cama.
Trepo por tu recuerdo como una enredadera
que no encuentra ventanas donde agarrarse, soy
esa absurda epidemia que sufren las aceras,
si quieres encontrarme, ya sabes dónde estoy.
Vivo en el númeor siete, calle Melancolía.
Quiero mudarme hace años al barrio de la alegría.
Pero siempre que lo intento ha salido ya el tranvía
y en la escalera me siento a silbar mi melodía
2 comentarios:
Bellísima página.
Interesantes tus reflexiones y consideraciones sobre la melancolía, las cuales comparto. Y para remate muy oportuna la canción de Sabina y Serrat, que como siempre cautivan al público.
Abrazos.
Asi es mariluz, la melancolia es la mejor compañera!!!!
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