De la marimba de chavalos de la Tirsa
este tal Quincho se las gana a los demás
con sus diez años no cumplidos todavía
es hombre serio, como pocos en su edad.
Mientras su mama se penquea en la rebusca
Quincho se faja como todo un tayacán
mañana y tarde vende bolis en los buses
para que puedan sus hermanos estudiar.
Que viva Quincho, Quincho Barrilete,
héroe infantil de mi ciudad,
que vivan todos los chavalos de mi tierra,
ejemplo vivo de pobreza y dignidad.
Que viva Quincho, Quincho Barrilete
su nombre, no se olvidará,
porque en las calles, plazas, parques y barriadas
el pueblo lo repetirá.
Joaquín Carmelo viene a ser solo un membrete
que le pusieron en la pila bautismal,
pero su nombre de combate es Barrilete
le cae al pelo, con su personalidad.
Allá en el Open, vive desde el terremoto,
a hacer lechuzas este Quincho es un campeón,
por un chelín, te hace un cometa prodigioso
para ponerle un telegrama al colochón.
El tiempo sigue, incontenible, su camino
y el chavalito que vivió en el Open tres
no volvera a ponerse más pantalon chingo
ni la gorrita con la visera al revés.
Un dia va a enrrollar la cuerda del cometa
y muy feliz mirando al sol se marchará
enfrentará las realidades de su pueblo
y con los pobres de su patria luchará.
Navegando por la red encontré esta hermosa canción, de la cual tengo muy gratos recuerdos... cuando sonó por primera vez era yo aún muy pequeña, pero recuerdo a mis padres hablando de un niño llamado Quincho Barrilete, definitivamente la canción me es muy familiar, la escuché en casa continuamente, pero mi niñez no me ayudaba a comprender un problema tan real que ahora a nuestros hijos pudiera paserles algo tan normal y común en nuestro país y en el mundo entero.
La Historia de la Canción es bella y mas adelanté les dejo un reportaje que encontré y una entrevista realizada al Autor de la Canción, misma que ganó un OTI en el año 1977; lo insólito y escalofriante son los datos que igualmente encontré al investigar sobre la situación actual de la niñez en México.
En México,
47 por ciento de la población infantil menor de 14 años subsiste en condiciones de pobreza y es la principal víctima de la violencia física, explotación laboral y abuso sexual, que los lleva a la adolescencia con traumas psicológicos y comportamientos antisociales o criminales.
La Red por los Derechos de la Infancia en México señala que, no obstante,
los menores de 14 años representan el 20 por ciento de la población total del país, inexplicablemente no se tiene una legislación que los proteja de abusos de sus padres o progenitores, ni se tienen tampoco políticas específicas de atención que les garantice su adecuado desarrollo físico y mental.
Según la Coordinadora de la Red por los Derechos de la Infancia, ese abandono y un entorno de pobreza y hostilidad, están gestando generaciones de adolescentes con trastornos de desnutrición y problemas de conducta que directamente inciden en los niveles delincuenciales.
Estadísticas de la Secretaría de Seguridad Pública revelan que en
más del 70 por ciento de los hechos delictivos que se registran en el país están involucrados niños y jóvenes provenientes de familias desintegradas, cuya condición de pobreza es aprovechada por las bandas o mafias para incorporarlos a sus actividades.
El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) señala que
México mantiene la tasa más alta de pobreza y desnutrición infantil entre las naciones de la OCDE y ocupa también el primer lugar en violencia física, abuso sexual y homicidios de menores de 14 años por parte, principalmente, de sus padres o progenitores.En su estudio "Violencia Infantil", el organismo internacional destaca que
más de 700 niños son asesinados en México cada año, lo que implica dos homicidios diarios, que en los menores de 4 años se presenta principalmente por asfixia, y entre los de 5 a 14 años por golpe contuso, acuchillamiento o disparo de arma de fuego.
Lo escalofriante es que la cifra es sólo un subregistro, porque muchos de los homicidios se reportan como accidentes por parte de los padres o progenitores, que en 60 por ciento de los casos son directamente responsables de las lesiones, seguidos por familiares cercanos o integrantes de pandillas.
Entre el año 2005 y el 2006, el Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF) recibió 52 mil 500 casos de maltrato infantil que fueron reportados por vecinos o familiares de la víctima, pero la cifra real de abuso a menores es muy superior, considerando que sólo se denuncia uno de cada 10 casos.
A ese problema de violencia infantil se suma el abuso sexual con un registro de 21 violaciones diarias cometidas en 60 por ciento por el padre, tutor o un familiar cercano, que en la mayoría de los casos queda impune por las ambigüedades en el sistema de justicia.
Elena Azaola, del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, señala que en México, la violencia infantil tiene un alto nivel de tolerancia, porque no hay una legislación que regule el comportamiento agresivo de los progenitores contra el menor.Expone que el problema en el país se agrava ante la imposibilidad de que niños y niñas puedan acudir ante las instancias de justicia a interponer una denuncia, porque lo tienen que hacer acompañados de sus padres o tutores, que son los principales agresores.
"Lamentablemente los casos de homicidio o abuso sexual son conocidos cuando el hecho se ha consumado, y aun así los culpables tienen recovequitos legales para evadir la justicia".La investigadora expone que
aunque México está comprometido con la Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño, nada se ha hecho para garantizar su sano desarrollo físico y mental, e incluso se tiene un atraso de dos años para presentar el informe sobre los avances en la protección de la niñez.Esa situación de alta vulnerabilidad de la población infantil se refleja directamente en la tasa de mortandad de 18.8 por cada mil menores de catorce años, ya sea por homicidios o enfermedades previsibles o de fácil atención como son las infecciosas y diarreicas.
Anna Wright, investigadora de la UNICEF, subraya que mientras muchos países hacen esfuerzos mayúsculos para proteger a su niñez,
en México prácticamente no hay ningún avance para que superen la pobreza y tengan acceso a los satisfactores básicos.Por el contrario, la pobreza infantil en México ha venido en aumento durante el último decenio a una tasa de 3 por ciento anual, que está dejando secuelas de talla, psicomotoras y de aprendizaje entre miles de menores, por su deficiente nutrición, que en la edad adulta se manifestará en enfermedades crónicas como hipertensión, diabetes y ceguera.
El Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) revela que alrededor de 3.5 millones de niños menores de 14 años tienen que trabajar para subsistir, lo que explica el alto nivel de deserción escolar, que de 1.3 por ciento en nivel primaria aumenta a 6.8 por ciento en secundaria.
Por condiciones de pobreza, cada 52 segundos, un niño mexicano abandona la escuela y sólo 60 de cada cien terminan la primaria para inmediatamente buscar una alternativa de ingreso en apoyo a la economía familiar.
De acuerdo con la encuesta del INEGI, uno de cada seis niños de entre 6 y 14 años trabajan para subsistir, ante el bajo ingreso económico de sus progenitores.
El 60 por ciento de los niños que trabajan lo hacen en un negocio o actividad familiar, 20 por ciento con un patrón y el resto en las calles.
El ingreso promedio es de entre 15 a 30 pesos, pero en las actividades familiares lo hacen sin remuneración alguna.
En su estudio "Trabajo Infantil" el INEGI asienta que los niños que trabajan están más propensos a la drogadicción y al abuso sexual por la relación que mantienen con personas de mayor edad.
Chiapas, Campeche, Puebla y Veracruz ocupan las tasas más altas de trabajo infantil con 26 por ciento de su población, mientras que Chihuahua, Nuevo León y el Distrito Federal mantienen una tasa de 8.3 por ciento, no obstante, que México tiene suscrito el Convenio 138 de la Organización Internacional del Trabajo que establece una edad mínima de 16 años de admisión para un empleo, lo que claramente no respeta ni sanciona.
* Datos obtenidos del Artículo: Ocupa el país primer lugar en violencia contra menores: UNICEF
Organización Editorial Mexicana, 24 de abril de 2008, por Arturo Gómez Salgado / El Sol de México¿Qué está pasando en México? ¿Qué pasa en Campeche? Es que acaso no pensamos reaccionar algún día??? ¿Cuándo vamos a comprender que nuestras acciones tienen consecuencias? Cada vez que actuamos de forma incorrecta ante cualquier cirscuntancia, cada vez que toleramos la impunidad y la injusticia, cada vez que aceptamos lo que nuestras autoridades hacen y dicen sin fundamento y con abuso estamos permitiendo que nuestros niños, nuestros hijos y nosotros mismos nos veamos afectados y suframos las consecuencias.Lo que sucede ante la legalización de la circunstancia de los niños es una consecuencia de la falta de seriedad y de responsabilidad de nuestras autoridades, es obvio que se encargan de resolver lo políticamente correcto y conveniente, y no lo que realmente se necesita y se amerita... El aborto es necesario para un sector de la población pero no es la solución para evitar el maltrato a la infancia, y la impunidad, no tener niños no es la solución para evitar que sufran.
¿Qué pasa con todas esas leyes que no se han hecho ni reformado para proteger a la infancia? Por qué es tan dificil sentarse a legislar estas leyes? Tal vez por que son menos convenientes, tal vez por que hacer el trabajo que les corresponde a nuestros políticos no es algo que les importe y peor aún tal vez no le importe tampoco a los ciudadanos.
Otra pregunta que surge ante esta situación es ¿qué pasa con nuestra sociedad? ¿Que pasa con los adultos? ¿Por qué tanta indiferencia? Nos quejamos de la violencia, pero no nos damos cuenta que la indiferencia es violencia, que el silencio es violencia, que el desinterés, y la corrupción es violencia...
Ser niño en México es riesgoso, Quincho Barrilete, no está solo en Nicaragua, es un niño que está en México y en el resto del mundo.
Un beso a todos.
SE MULTIPLICA EL DRAMA DE QUINCHO BARRILETE.
Por: José Adán Silva
Tuvo “Joaquín Carmelo” la dicha de nacer en el Open Tres, cuando en las calles de Managua todavía los niños no morían asidos a un vaso de pega, ni robaban para comprar crack; muy poco se corría la mala suerte de caer en manos de un pervertido sexual o terminar sus días con la incursión en sus carnes del plomo o el metal de una pandilla criminal.
En aquella época de utopías sociales y dictaduras, nació en forma de canción, la historia del primer niño de la calle en Latinoamérica: “Quincho Barrilete”. Y nació también en octubre de 1977. Un mes después, el 12 de noviembre, Nicaragua por primera y única vez, ganó un festival internacional de la canción OTI.
Carlos Mejía Godoy es el cantautor de más de cien composiciones musicales, entre ellas “Quincho Barrilete”, “Piolín” y “Juancito Tiradora”, dedicadas a la niñez. A través del programa televisivo “El Clan de la Picardía”, se dedica a rescatar valores de la tradición infantil nicaragüense, como son los juegos de trompo, barriletes, tiradoras, juegos de palabras y otros, apolillados en la memoria colectiva por la invasión de los video-juegos, las drogas, la pobreza y el fenómeno de las pandillas.
Atraído por la efervescencia política de la época de la dictadura de la familia Somoza, que manifestó a través de la música testimonial, Carlos conoció un día la desgracia de una familia marginal del barrio Open Tres, hoy municipio de Ciudad Sandino, que le cambió la vida. Para entonces ya había ganado varios festivales latinoamericanos con canciones sociales y logrado, junto a la fama atraer la animadversión del régimen de Somoza, que lo tildó de guerrillero comunista.
AQUEL “TAL OTI”
En 1977, Carlos estaba en España disfrutando del éxito “Son tus perjúmenes mujer”, una canción de ritmo alegre que por varios meses desplazó de los primeros lugares a ídolos juveniles como Julio Iglesias y Camilo Sesto. En septiembre de ese año regresó al país a trabajar como creativo de una empresa de publicidad, donde un día llegó un conocido publicista a buscar información sobre las bases que deberían regir las eliminatorias nacionales “de un tal concurso OTI”. De paso le preguntó por qué no participaba: “me mata la Guardia”, le dijo Carlos, quien inicialmente no se sintió atraído por el concurso, ya que pensaba regresar a España a grabar nuevas canciones. “Pero al suave, se me fue metiendo la idea de participar.
Le digo a mi esposa, Eveling Lang, que quería participar, pero con esto de que ya soy conocido, me van a bloquear la canción, y hasta preso me pueden echar”, relata. Su esposa lo animó, y él, sediento de una excusa, aceptó. Eveling, quien falleció años más tarde, le buscaría por medio de un amigo el permiso para salir del país.
Por esos días Carlos visita una familia marginal del Open Tres, a la cual una asociación de damas notables de la sociedad, organizadas en un movimiento de Derechos Humanos, le lleva ayuda humanitaria, conmovidas por la desgracia de unos niños abandonados en una humilde casa de madera y plástico, piso de tierra, sin agua ni luz, sin más muebles que un catre viejo, una mesa y un taburete.
VALENTÍA INFANTIL
Eran los hijos de Apolonio Martínez, un obrero preso en las cárceles de la Aviación acusado de colaborar con las guerrillas. Al saber que al hombre lo estaban torturando, ellas hacen una campaña por su familia, sobre todo porque la mujer del reo, la cual salió a la calle a buscar comida para sus hijos, murió aplastada por un camión militar, en un accidente sospechoso que hizo que las damas notables intensificarán su campaña de solidaridad con los hijos del malogrado matrimonio. “Eran tres criaturas, una niña y dos niños, que no tenían ni qué comer”, relata Carlos, quien recuerda que mientras escuchaba a las mujeres hablar sobre cómo ayudar a los niños abandonados, ve cómo un niño seriecito, desenrolla un ovillo de hilo”. “El niño, que no sabe ni en qué andamos, trata de elevar el barrilete, pero lo tiene roto y no puede. Una señora que andaba una cinta de ‘tape’ en su cartera, se la dio y el chavalo compuso el barrilete con una habilidad increíble para su edad, era un chigüín que no llegaba ni a los siete años”. “Mientras ellas siguen discutiendo, él eleva su barrilete, pero se le pega en un palo de tigüilote; yo estoy oyéndolas, pero estoy viendo aquella escena; de repente veo que el niño se sube al árbol, se guinda de una rama, desenreda el hilo, y libera el barrilete ¡chavalo jodido! se va matar, digo yo, pero el cipote ya viene bajando con cara de felicidad y entonces todos nos ponemos alegres de verlo cómo con valentía, el jodidito luchó por liberar de la opresión de las ramas su juguete favorito”.
NACE UNA CANCIÓN
Una semana después, metido en un carro mientras espera que su esposa le gestione el permiso de salida, a Carlos le viene la idea de la canción. Echa un vistazo a la realidad social del país y ve a los niños inocentemente vendiendo cosas en los buses, lustrando zapatos en las esquinas y combinando los juegos infantiles, mientras buscan algo que llevarle a sus familias. Ve ahí a “Joaquín Carmelo” (nombre ficticio con que bautizó al niño, para proteger su identidad), y lo recuerda serio reparando su barrilete, echándolo a volar y valientemente liberándolo de las ataduras. Lo conoce, sabe su historia y no la deja ir. “Quincho”, apodo popular que se le dice a los que se llaman Joaquín, ha nacido y lo acompaña su barrilete hasta España, donde gana el primer lugar del Festival OTI.
SIN OPORTUNIDADES DE PROGRESO DIGNO
A 25 años de la proeza musical, Carlos Mejía Godoy, autor y compositor de la canción, nos narra la coyuntura de la historia del admirable personaje infantil, y a la vez, reflexiona sobre la cruda realidad social que afecta hoy a los niños trabajadores nicaragüenses.
— ¿Cuál era la situación del trabajo infantil de aquellos años? “No igual que ahora, eran niños sanos. No había esa mezcla de trabajo-mendicidad. Eran chavalos vendiendo, no robaban ni pedían”.
- En una de las partes de la canción usted escribe que los niños de Nicaragua eran ejemplos vivos de pobreza y dignidad. ¿Mantendría esas palabras si Quincho existiera en esta época? “Lo que pasa es que aún hay niños en la calle trabajando sanamente, pero son muy pocos. El otro día estaba en Masaya cantando como a las 8 de la noche, y a esa hora todavía había chavalos vendiendo, cuando deberían estar dormidos. Un niño en la calle, con mucho pesar debo decirlo, se termina descomponiendo si no se le cuida y aconseja a tiempo, lamentablemente hay muchos niños y poca ayuda, y todos sabemos cómo termina la mayoría”.
— Usted dice en la canción que el nombre de Quincho no se olvidará, porque en las calles, plazas, parques y barriadas, el pueblo lo repetirá ¿Cree que logró su cometido? “Yo pensaba que el trabajo de los niños de entonces no iba tener perennidad, que en un mañana cuando los niños no tuvieran que trabajar más, a Quincho se le iba recordar como alguien que sacrificó su niñez por causas sociales justas. Esto fue sin imaginarme que en vez de mejorar la vida de los chavalos, iba empeorar. Yo creía en una revolución triunfante, en la que iba existir una transformación social, donde ya no iban existir niños en situaciones de riesgo, pero desgraciadamente vino toda la debacle, y más bien se han multiplicado”.
— ¿Qué diferencia encuentra entre aquella niñez de Quincho, y la de hoy? “Hoy existe más pobreza y una descomposición social brutal. En la medida que las políticas económicas internacionales se van imponiendo a los países pobres, creando sociedades de supervivencia, la sensibilidad se va perdiendo y los niños van siendo abandonados en las calles. Es triste, porque estos niños, sin estigmatizarlos verdad, son potenciales pandilleros, y representan la futura generación sin oportunidades de un progreso humano digno”.
— ¿Qué pasó con el niño que le inspiró la canción? “No sé qué se hizo. Vino la guerra y tuve que salir del país, porque estaba en la lista negra de la Guardia, me podían matar. Sin embargo me gustaría saber de él, verlo y saber qué hizo de su vida. Tampoco supe de Apolonio, quizás murieron en la guerra”.
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